martes, 8 de diciembre de 2009

Torero, ateo, republicano y gay

Por Diego García-Sayán


La declaración que se le atribuye al matador de toros José Tomás de que es “ateo, republicano y gay” ha sido chocante para muchos. Porque se ubica en las antípodas del estereotipo que se tiene de los matadores de toros.
Usualmente artillados con escapularios dentro de la chaquetilla (de cuyas hombreras cuelgan unos adornos llamados “machos”), reverentes ante imágenes sacras y persignándose al pisar el ruedo, el estereotipo del torero es la encarnación de la religiosidad. Ideológicamente, lo es que los toreros españoles han tirado más hacia lo monárquico y, en su momento, al franquismo. Y algo había. Sobre los escombros de la guerra civil, el “caudillo” homenajeaba en 1940 a Himmler, fundador de la Gestapo, con una corrida de toros en Madrid. Acaso no nazis, pero republicanos los toreros, ni por asomo.
¿La “opción sexual diferente” y la tauromaquia? Cortocircuito. Adornado el traje de luces con “machos”, lo de un matador gay rompe el resto de estereotipos. De una profesión de la que hasta hace pocas décadas estaban excluidas las mujeres. Conchita Cintrón tuvo que montarse sobre un caballo como rejoneadora.
Desconozco si la declaración que se le atribuye a José Tomás es exacta o no. Pero se aparta, sin duda, de los rasgos simplificados, distorsionados o exagerados de un estereotipo. Que muchos encierran una muy pesada carga de prejuicios, usualmente de género o raciales. Así como Tomás rompe con un estereotipo, en su terreno también ha sido y es – guardando distancias–la imagen de Obama.
No porque el presidente de EEUU sea ateo, republicano o gay, pues se sabe que es creyente, Demócrata y, todo indica, heterosexual. Sino porque no encaja con el estereotipo (prejuiciado) que del “negro” existe en amplios sectores de la población blanca media. Pues este abogado de Harvard nacido en Hawai –hijo de kenyano y de una antropóloga blanca de Kansas – y de habla inglesa muy propia, no era “negro” pues no encajaba con el estereotipo. Al votar por él, pues, no lo hacían por un “negro”.
Por estas tierras y en otras rutas algunos estereotipos también se remecen. Desde el caso de un rector, que debía evocar excelencia académica y profesionalismo, construyendo imágenes que se condensan en el tráfico de influencias. Hasta el caso de un alto jerarca de la iglesia, que en el estereotipo debía corresponder a un espíritu de concordia y de protección de los DDHH, encarnando, más bien, intolerancia, empatía por el poder y repulsa a esos derechos. Estereotipo y realidad no suelen ir de la mano.

Publicado en La Republica (Perú): 03-12-2009

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