jueves, 14 de agosto de 2014

EN LA CASA DE LA GRANDMA

La grandma tiene una casa de madera,
Y a su alrededor hay un huerto, varios árboles, un columpio, y muchos gatos blancos.
En la terraza de la casa hay asientos y un termómetro del tamaño de un reloj de pared.
Frente a la casa hay una vista al horizonte,
y en el medio de éste,
Campos de maíz,
Que por su color verde tostado,
Parece un piso intermedio entre el cielo y la tierra.

Dentro de la casa de la grandma
Siempre hay una taza de café amargo,
Y un delicioso blueberricoffeecake.


martes, 5 de agosto de 2014

EN EL DIA DE TU CUMPLEAÑOS

No te olvides que llegaste a la cinco de la mañana, y nadie te esperaba en el terminal de buses, excepto el invierno de la ciudad, y un taxista que te cobro el doble.
No te olvides de aquella tarde -casi ya de noche- en que te perdiste en las inmediaciones de la Estación Mapocho. Andabas con un Mapcity. Sin embargo, este no fue suficiente, y lo que realmente te ayudo fue aquel viejo que detuvo su marcha para decirte que la dirección que buscabas era otra diferente a la que te dirigías.
No te olvides que tus primeros amigos fueron una secretaria y una recepcionista de hostal. La primera suspendió su jornada de trabajo por un cuarto de hora para hablarte de la comida peruana, los Inkas, y otras “maravillas”. La segunda, más que una recepcionista, una amiga dispuesta a guiarte, para que sortearas sin muchos problemas, la vorágine de la ciudad.
No te olvides de aquel libro de cabecera (“El pez en el agua”) que fue el mejor remedio en un turbulento mes.
No te olvides de aquella primera biblioteca que encontraste en un paseo en el Parque Forestal, la cual te impresiono mucho, (casi hasta te da un infarto). Ahora la vez modesta; pero en aquel entonces, el solo pasear por sus estantes, y el solo tocar los libros con tus propias manos, te provocaron una especie de retorno al juego de la lectura. Ahora conoces otras bibliotecas, que tienen pisos y pisos de libros. Paseas entre sus estantes con la misma impresión de aquella primera vez; a veces, casi ni te sorprende, gracias, a aquella primera experiencia.
No te olvides de la comunidad flanerística, de los amigos y de aquellos humos, atravesados por preguntas acompañadas de muchas carcajadas. En esa comunidad, casi hermandad, el verdadero idioma era la fraternidad.
No te olvides de la señora Ardilla, y de aquellas conversaciones, pasada la medianoche, y de aquella vez en que desmitifico al Quijote leyéndote un poema de R. Dario.
No te olvides de tu primer trabajo (un oficio). Tenías horario de oficina, café express, un jefe bueno para nada, etc. Más allá de todas esas cosas –tienes que reconocerlo- tu trabajo era casi un premio. Efectivamente, vendías libros pero antes de venderlos tú los leías primero. Y como no mencionar a los compañeros de trabajo: dos argentinos y una persona que vino de España. Esta última, cómo decirlo, te hizo ver lo que significa ser extranjero en tu propia tierra. Sin esos compañeros tú trabajo habría devenido en una completa rutina.
No te olvides de los “carretes”. Entre ellos, aquel salón de baile para bailar salsa. Antes de encontrarlo, jurabas que solo volverías a bailar cuando regresaras al reino de Ancat. Menos mal que esa absurda idea duró poco tiempo, porque ahora bailas cuando tocan Chico Trujillo (como en aquel año nuevo con los Panchos).
No te olvides, ahora que estás de cumpleaños, del gran Santiago y de su aniversario (su cumpleaños). Tú no le regalaste nada, pero quizás él sí algo a ti. Saliste solo a la calle, y encontraste una mirada soñada.  
(…)
Recuerda todas estas cosas como un comienzo, un punto de partida, y ten presente aquellas palabras del poeta de Alejandría: Ítaca nunca te prometió nada. El viaje, y todo lo que aprendiste, es lo mejor lo que te pudo dar.


(foto: en el bar The Mill de Iowa City, no muy borracho, feliz de haber encontrado una rockola con música jazz).