sábado, 7 de febrero de 2015

Nueva York a través de Taxi Driver


La película Taxi Driver (1976) del director Martin Scorsese podría ser la representación de una ciudad agitada, caótica, que se mantiene –contradictoriamente– gracias a ese caos inherente a ella.

Pero la película va más allá de una simple confirmación de los hechos. Pues trata de captar un Nueva York desde la perspectiva de un taxista. Gracias a ésta persona, un taxista de nombre Travis (Robert De Niro), podemos acercarnos a un Nueva York nocturno, sonámbulo, alegre y peligroso. Creo que no hubiera podido ser de otro modo, pues que otro mejor testimonio que la de un taxista, exento de obligaciones estatales, desprevenido de algunos prejuicios, que interactúa con todo tipo de personas (malhechores, políticos, asesinos, prostitutas, etcétera).

La historia de la película nos habla de un excombatiente que luchó en Vietnam, y que sufre de insomnio y esto prácticamente lo obliga a trabajar de taxista. Cada noche, Travis, mientras maneja, desea que venga un río para que se lleve toda la delincuencia, la prostitución, la drogadicción, que hay en la ciudad. Pero curiosamente el taxista también forma parte de este panorama, porque es él quien traslada de un lugar a otro al asesino, al político, a la prostituta.

La película hace un primer viraje de este panorama sombrío hacía otro más optimista y agradable. Y es cuando entra en escena Betsy (Cybill Shepherd), una bella mujer, que trabaja en una campaña presidencial. En esta parte se tejen algunos momentos íntimos, y también bruscos. Pues Travis expresa su simpatía y gusto a la belleza de Betsy. Ella, un poco sorprendida, pero también alagada, acepta salir con Travis. En una de las salidas, Betsy, desistirá salir más con Travis, dado sus gustos –poco comunes– para ver películas.

Otro viraje que hace el taxista es cuando conoce a Iris (Judie Foster), una adolescente que trabaja como prostituta en la gran manzana, cuyo cafiche (proxeneta) la tiene enamorada, (romance traducido en drogas). Aquí podríamos decir que la película toma un ritmo diferente, porque Travis cambia aquella actitud observadora que tenía antes por la de un justiciero dispuesto a hacer cualquier cosa.


En esta película también hay escenas que transcurren de día, a plena luz del sol. Es ahí es donde vemos un Nueva York ordenado casi pacífico que nos indica cierta normalidad cotidiana. En estas escenas podemos ver un contraste entre un Nueva York nocturno y un Nueva York de día. El primero es violento y caótico; el segundo, bullicioso y vulnerable a la más mínima amenaza. En el primero, las vidas anónimas cobran sentido; en el segundo, cualquiera es sospechoso de algo.

La última parte de la película es violenta, pero hay algo que no se puede escapar fácilmente de los ojos del espectador. Y me estoy refiriendo a la irrupción de Travis armado en aquel lugar en donde se efectuaba la prostitución –en rigor no es un motel pero cumple esa función– constituye una interrupción a aquel caos nocturno en donde además de prostitución hay más cosas (asesinatos, asaltos, etc.). Podría decirse que Travis rompe aquella “normalidad” de la noche, con el propósito de, ¿rescatar a Iris de las manos de un pedófilo?, ¿hacer justicia con sus propias manos, ya que nunca llegó aquel río para limpiarlo todo?, ¿una revancha en vista que no pudo matar al senador candidato a la presidencia, porque Travis fue descubierto por los guardias?

Creo que cada espectador podrá responder de la mejor manera esas preguntas. Sin embargo, algo que no se puede soslayar es que fue Travis quien llegó primero al lugar de los hechos. Además, fue él quien actuó primero, y no tanto la policía ni los políticos. Y menos los medios de comunicación. Estos llegaron –como siempre– último, a certificar lo ocurrido y a levantar el acta del crimen. Es más, no sólo llegaron tarde, cumplieron la labor patética de calificar a Travis como un “héroe” (¿lo habrían calificado como tal en otra circunstancia?).

Los vecinos están alrededor de la escena del crimen. Ellos expresan mucha curiosidad, vaya a saber uno si por lo ocurrido o por saber a quién le toco morir esta vez en aquella noche neoyorquina.