lunes, 21 de octubre de 2013

"despeinar a la academia"



"Una ruptura un tanto de lo cotidiano es una introducción a la fiesta".
R. Barthes

Los congresos estudiantiles siempre han sido una buena instancia para actualizarse de lo que se viene discutiendo en una determinada área del conocimiento. Al mismo tiempo, un congreso es la excusa perfecta para hacer un viaje de turismo y para beber, bailar, en bares o discotecas que difícilmente uno podría encontrar en su lugar de origen. Los congresos sirven para todo; el mero hecho de viajar justifica la elección.

Pero también los congresos académicos pueden ser instancias para legitimar un tipo de saber. Es decir, un congreso puede convertirse en un mecanismo para legitimar discursos y prácticas institucionalizadas, cuando debería ser todo lo contrario: ponerlas en cuestión. No está demás decir que en cada congreso hay una estructura definida, en donde se eligen “temas importantes o relevantes para la disciplina”. Y por si fuera poco, se invita a connotados académicos para que puedan dar luces sobre dichos temas, y éstos mientras vengan de lugares más alejados, mejor. Me pregunto, ¿a quién le damos la palabra, y a quién la quitamos?, ¿qué temas tratamos, o sobre quienes hablamos?

Esta descripción corresponde al congreso promedio que abunda en el ambiente de la academia. Afortunadamente, hay otro tipo de congresos, y éstos prefieren una denominación más simple y menos ambiciosa: jornada, seminario, encuentro, taller, etcétera. Aquí las reglas se alteran, y se eliminan formalismos innecesarios, y quizás con eso ya se hace mucho, porque nos brinda la posibilidad de ver que otras instancias son posibles.

Acabo de participar a uno de estos congresos. Me invitaron, sin anticiparme lo suficiente de la dinámica del seminario (Felipe, organizador del seminario,solo me dijo: "queremos despeinar a la academia"). Cuando llegué había prácticamente una fiesta, y eso era apenas el coffee break. En las mesas de discusión se prescindió de los títulos académicos con el propósito de hablar de tú a tú, y no de “estimado doctor” a “estimado estudiante”. Hubo algunas cosas pequeñas y curiosas como por ejemplo la presencia de una botella de pisco sour helada, algo propicio para la tarde calurosa que se comienza a sentir por estos días en Santiago.

Cuando me tocó intervenir, por respeto al público evité leer la totalidad de mi trabajo. Sólo plantee el tema, y las ideas centrales, para que a partir de ahí se tejiera un dialogo. Y vaya que sí la hubo.
Los organizadores me comentaron que organizar este seminario, con esta particular dinámica, fue prácticamente arriesgarse. Arriesgarse de que viniera poco público, o que la respuesta del público no sea la esperada. Pero ni lo uno ni lo otro ocurrió. Hubo mucha concurrencia y amplia aceptación.
Ojalá hubieran más de este tipo de seminarios, y así la academia estaría más relajada para pensar.