viernes, 3 de julio de 2009

Encuentro con un español-africano

La primera vez que hablé con Jorge de Satrústegui fue en el Café Zeit. Estoy seguro que no fue casualidad sino coincidencia; ya que a ambos nos gustaba ese lugar en donde uno puede disfrutar buena música, un exquisito café y conversaciones sobre literatura.

Recuerdo que aquel día pusieron una canción hermosa (“lentamente caerá”). Esa canción era una mezcla de trova, balada, etc. Pregunté a Klaus (dueño del café): ¿Cómo se llamaba el grupo? Y antes que él me responda, Jorge se adelanto y me dijo: “esa canción la canta mi hija…”. Después de ese incidente las conversaciones con Jorge serían más seguidas.

Jorge en Tacna no era un turista. Era más bien un viajero en busca de aventuras. Tenía muchas cosas que compartir con los demás, y no sólo cosas referidas a España sino al Africa, ya que estuvo muchos años en ese continente. Y producto de esas vivencias escribió dos novelas literarias (“Oráculo Africano” y “El Mundele”). Recuerdo que decía, con orgullo: “Yo no me considero europeo, yo soy africano!”.

En los últimos meses de su estancia en esta ciudad organizó un Taller de Narrativa, a la cual fui alumno. Si bien hay muchas cosas que se pueden enseñar, hay otras que no se pueden. Por ejemplo: no se puede enseñar cómo escribir un verso de Bécquer, un cuento de Borges o un poema de Neruda. Pero sí se puede enseñar qué aspectos básicos debemos tener en cuenta para hacerlo. Y una de esas cosas que Jorge me enseño fue “la escritura ciega”. Escribir sin pensar. Sacar todos los demonios que uno tiene dentro. No importa si es feo o hermoso, lo que importa es sacarlo y no guardar esas emociones que también forman parte de la vida.

Español, Vasco, Africano, Europeo… ello, en el caso de Jorge, deja de tener sentido, y, entonces, pasamos a cosas más interesantes: poesía, música, filosofía, etc. Y, por fortuna, todas ésas cosas no tienen fronteras.