miércoles, 27 de julio de 2011

Fiestas y Patrias

Llevo dos años fuera de Perú, mejor dicho llevo un Perú en mí, hace dos años, desde que estoy fuera de Perú.
Todo este tiempo, aunque no me lo haya propuesto, he estado muy pendiente de lo que pasa al otro lado de la frontera del norte chileno. He estado pendiente de Tacna, ciudad en donde nací y viví gran parte de mi vida.
La mirada que me ofrece la distancia para ver el Perú ha sido múltiple y beneficiosa, ya que no solo tengo mi mirada, sino la de la gente chilena, los de los medios chilenos, la de los propios peruanos radicados en Chile, etc. Esta(s) mirada(s) tiene un sabor agrio y dulce. Agrio porque –querámoslo o no- uno se marcha del Perú con algo de despecho, quizás pocos se marchan en plena efervescencia personal. Pero también hay otros motivos, por ejemplo, que el objetivo no sea “irse del Perú”, sino más bien buscar aquellas nubes que hablaba extraordinariamente el poeta Baudelaire en su poema El extranjero (“entonces, qué amas tú insólito extranjero… yo amo las nubes, allá lejos…”).
La mirada es dulce por los recuerdos, por las experiencias vividas en familia o en amistad. Por aquellas personas que nos marcan, ya sea mediante un amor, un libro, una conversación, una pelea o simplemente una gran amistad. Desde luego ésta mirada o perspectiva no se agotan en cuestiones agrias y dulces. También están las placenteras, por ejemplo, leer una novela, un cuento, un poema, a la distancia, y así poder captar todo aquello que sería casi imposible captarlo en el Perú, por razones… “qué se yo”.
Para muchos peruanos que cruzaron la frontera del sur (o cualquier otra) pensando que así olvidaban y dejaban atrás el Perú en sus vidas, han caído en un tremendo error, porque es “afuera” en donde son más peruanos. (¿O alguien podría negar que jamás extrañó la comida, la música, es decir, a todo aquello que se puede resumir en cuatro palabras: P E R Ú?). Uno, afuera, refleja todo lo que fue y lo que quiere llegar a ser, y todo esto, simplemente, gracias a su ser, es decir, a su pasado en el Perú.
Mañana, 28 de julio, se celebra el día de la independencia del Perú, y también el cambio de gobierno. Dos acontecimientos que nos sirven para preguntarnos qué hemos hecho y qué hemos dejado de hacer. A dónde hemos llegado y a dónde queremos llegar; esto en cuanto a la independencia. Y, en cuanto al cambio de gobierno, aparte de ser una ceremonia, debe ser una reflexión respecto a que un gobierno va a gobernar por cinco años, gracias al “voto de los peruanos”, ninguna autoridad supra-terrenal ha impuesto a Humala, sino, nosotros, los peruanos, lo hemos elegido y nuestra tarea no debe limitarse en la “elección”, si no debe de ir mucho más allá de eso. Es decir, debe apuntar a ser participes del juego democrático, ya sea supervisando, aportando o proponiendo, criticando, etc. Lo que trato de decir es que depende de nosotros, peruanos, a dónde queremos llegar, los que van a gobernar serán simplemente los pilotos de la nave, depende de todos a qué puerto queremos zarpar.
Independencia. Tremenda palabra. Esta no debe ser entendida como algo ya hecho, sino como algo que se está haciendo, aunque lento, claro está. En ese mismo sentido, quizás no debería existir un día de la independencia, sino un día de la lucha por la independencia, por la libertad, por la igualdad, valores hasta ahora materializado solo en la Constitución y no en la praxis. Y para ello no deberíamos de limitarnos con celebrar mediante desfiles (por más que sean cívico-militares). Deberíamos de recrear nuestras fiestas, inventar nuevas formas de fiesta, así también recordar a aquellos que han aportado o apostado por construir un Perú, y aquí se me vienen a la mente algunos nombres: Basadre, Mariátegui, Vallejo, Arguedas, Bustamante y Rivero, Gonzales Vigil, entre otros tantos que desde diversos frentes han pensado un Perú diferente, y no arcaico (que también los hay).
Perú, pero a la vez no Perú. Y con esto entiendo que somos peruanos pero además no lo somos, ya que a cada momento nos vamos “abriendo” al mundo y a nosotros mismos.  Entendámoslo así, “somos muchas patrias y por ello muchas fiestas”.

 

jueves, 21 de julio de 2011

sobre una cita con mi dentista


¿Dentista o mecánico? Esta no es una pregunta para que uno decida entre una profesión u otra, sino más bien es una pregunta que siempre me hago cada vez que voy al dentista.
A mi dentista no la llamo por su nombre de pila, sino por su “grado” y su apellido: doctora Camacho (en Perú se llama Doctor a los abogados, no por su grado académico sino por mera costumbre. Desconozco si mi dentista haya alcanzado ese grado, todos le dicen así). La doctora Camacho, aparte de ser joven y atractiva, no es mucho de hablar con sus pacientes. Ella -muy profesionalmente- prefiere “ir directo al diente”. Los comentarios de fútbol, farándula, política, al parecer no le gustan. (Una vez intente hablarle de la comida peruana pero me dijo que era muy condimentada, quizás, incluso, dañina para el esmalte de los dientes).
Por ello, cada vez que voy al consultorio de la doctora Camacho me recuerdo mucho de Michel Foucault, aquel pensador francés que desnudo al poder médico. Él antes de preguntarse qué es el poder médico, se pregunto cómo funciona el poder médico; cuáles son sus mecanismos de poder, sus estrategias, sus discursos, etc. y, una característica de este poder, es el disciplinamiento del cuerpo, en mi caso, el disciplinamiento de mis dientes y mis hábitos de limpieza bucal. Una de las funciones de la doctora Camacho es anular todo lo “anormal”, por ejemplo, mis caries, fruto de los chocolates (“sublime” y “súper ocho”).
Mi dentista casi al final de la sesión siempre me pide que abra más la boca (confieso que a esas altura de la sesión ando muy cansado), mientras tanto ella conversa con su asistente, y le va dando órdenes, ella muy obediente no le contradice y hace caso: “por favor pásame el esmeril; ahora el alicate; please, me equivoqué, quería el martillo; ya vamos a terminar, ahora pásame la tuerca…”. Mientras tanto yo cierro mis ojos, esperando que todo salga bien.

miércoles, 20 de julio de 2011

Recordando a Baudelaire y Benjamin


De la misma forma que el artista disfruta su actividad a partir del ocio, el flaneur, en la elección de su propio camino, debe ser autónomo. Su libertad no puede estar confinada a exigencias extrañas a su arte. Entretanto, como la literatura se ve amenazada por la proliferación de la prensa, la pintura, por la producción industrial de la fotografía, el flaneur encuentra su lado oscuro en el mundo de la fábrica.

Miguel Ortiz, Modernidad y crisis. Benjamin y Paris. Editorial Norma, pág. 122 

martes, 19 de julio de 2011

bajando las cortinas de La Nación

Una sociedad está constituida no solo por sus edificios, carreteras, catedrales, etc. está también constituida por lo que dice su gente. Y esto se puede materializar de muchas formas, entre ellas: los libros y los periódicos.
En Santiago se comienza a sentir los efectos de la tecno-ciencia-digital y los libros y diarios no han sido una excepción para padecer dichos efectos, específicamente, la digitalización de esos medios escritos. Se están cerrando muchas librerías (ya hablaré en otro post sobre una librería que conocí muy de cerca) y en vez de ello están siendo reemplazados por una boutique. También se están cerrando los diarios, por ejemplo, La Nación, un diario que pertenece al Estado, es decir, es de todos los chilenos. Si bien su cierre no es total, de forma indirecta sí lo es porque ya no se publica en formato impreso, sino en formato digital. “Tremendo” avance para estar a la “moda”!
Recuerdo que cuando llegue a Santiago (2009) me sorprendió mucho que La Nación se distribuyera de manera gratuita a las personas. Me dije a mi mismo: “ya no hay motivo para no estar al día con las noticias”. Por otro lado, también fue grata la sorpresa cuando supe que un escritor peruano publicaba su columna en dicho diario, y muchos de mis amigos santiaguinos eran sus “seguidores”.
Una pena grande que un diario del país se cierre (así sea indirectamente). Confieso que he La Nación fue uno de los primeros diarios por el que me llegaba a enterar del acontecer nacional e internacional. Good Bye, La Nación.


domingo, 10 de julio de 2011

Francisca y Pascuala

Poco a poco voy conociendo la música chilena, en sus distintos géneros, y he escuchado a dos exquisiteces: Francisca Valenzuela y Pascula Ilabaca.