miércoles, 8 de mayo de 2013

crónica de una marcha anunciada


- "¿Vas mañana a la marcha?", dice un mensaje de texto que me acaba de enviar Vicho.
La pregunta no es menor, ya que una marcha estudiantil aquí en el Gran Santiago significa experimentar el acto de inundar las calles; de tomar un "baño de multitud"; de bailar al ritmo de la batucada; de comer limón con cáscara antes que me llegue al rostro el gas lacrimógeno.
Miércoles 11:00 hrs. me encuentro en la Alameda marchando por una educación pública, gratuita y de calidad. Vicho, muy puntual, también. Pero además de nosotros hay miles de miles de personas congregadas por esta causa (según los organizadores 80.000 personas).
Una marcha estudiantil puede ser vista como un termómetro social, porque mide desde el grado de indignación hasta el grado de conciencia de los derechos ciudadanos. En ese sentido, esta marcha demuestra que los estudiantes no piden sino más bien exigen un derecho fundamental: educación-pública-gratuita-y de calidad.
Pero las marchas aquí a diferencia de Perú, no se reduce al grito y a las "palmas compañeros". Es una fiesta. Hay grupos de batucadas, de baile, de danzas de pueblos originarios. No es necesario gritar toda la marcha, ya que cambiando lo que hay cambiar eso sería una procesión (como ocurre en Perú). Según Vicho, a inicios de los '90 la marcha se vuelve más "entretenida". Así es que guardo la esperanza que algún día ese cambio pueda darse también en Perú.
Me encuentro con otro amigo, Joaquín, y me dice que recién el año 2011 en adelante el tema de la educación se convierte en un tema central para el Estado, aunque ello no signifique que se haya resuelto los principales problemas de fondo. Y justamente por eso ahora estamos marchando, para conseguir las principales reformas, una de ellas, el acceso universal a la educación para todas las personas de forma gratuita y que sea de calidad, ya que actualmente ser profesional en Chile implica endeudarse casi de por vida para financiar una carrera profesional.
Mientras vamos avanzando, Vicho se encuentra con un grupo de amigos, entre ellos, hay una alemana. Se llama Patricia, es profesora de educación diferencial y habla un español-chileno casi perfecto. Ella me cuenta que le gusta las marchas, yo respondo que a mí también, y que si en un mes no se organiza otra  pues lo organizaremos los dos. Se ríe, y me muestra una hermosa sonrisa adornada con dos ojos azules. Patricia me dice que lo único que no le gusta de las marchas es la intervención salvaje de la policía con el uso de gases lacrimógenos.
- Allá en Alemania -dice Patricia- la policía antes de intervenir con gases lacrimógenos da un aviso para que  la gente pueda retirarse (por ejemplo, madres con hijos), y no quede "la cagá". Yo quedo sorprendido con lo que me cuenta, mientras aquí la policía es sinónimo de excesos, allá, en cierta forma, es sinónimo de orden, incluso antes de reprimir a los manifestantes.
Llevamos casi dos horas marchando y al fin llegamos al final del recorrido. En el escenario está cantando Manuel García. Hay muchísimos tarareando la letra de sus canciones. Pero, a un costado del escenario, hay un enfrentamiento entre "encapuchados" y la policía. Estos últimos comienzan a lanzar gases lacrimógenos y a usar un carro lanza-agua para dispersar, no sólo a los encapuchados, sino a todas las personas que marchamos.
Ante esto, Vicho, de manera muy razonable, me dice, "vamos antes que quede la cagá". Yo respondo vamos, hoy no traje limones.

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