jueves, 21 de julio de 2011

sobre una cita con mi dentista


¿Dentista o mecánico? Esta no es una pregunta para que uno decida entre una profesión u otra, sino más bien es una pregunta que siempre me hago cada vez que voy al dentista.
A mi dentista no la llamo por su nombre de pila, sino por su “grado” y su apellido: doctora Camacho (en Perú se llama Doctor a los abogados, no por su grado académico sino por mera costumbre. Desconozco si mi dentista haya alcanzado ese grado, todos le dicen así). La doctora Camacho, aparte de ser joven y atractiva, no es mucho de hablar con sus pacientes. Ella -muy profesionalmente- prefiere “ir directo al diente”. Los comentarios de fútbol, farándula, política, al parecer no le gustan. (Una vez intente hablarle de la comida peruana pero me dijo que era muy condimentada, quizás, incluso, dañina para el esmalte de los dientes).
Por ello, cada vez que voy al consultorio de la doctora Camacho me recuerdo mucho de Michel Foucault, aquel pensador francés que desnudo al poder médico. Él antes de preguntarse qué es el poder médico, se pregunto cómo funciona el poder médico; cuáles son sus mecanismos de poder, sus estrategias, sus discursos, etc. y, una característica de este poder, es el disciplinamiento del cuerpo, en mi caso, el disciplinamiento de mis dientes y mis hábitos de limpieza bucal. Una de las funciones de la doctora Camacho es anular todo lo “anormal”, por ejemplo, mis caries, fruto de los chocolates (“sublime” y “súper ocho”).
Mi dentista casi al final de la sesión siempre me pide que abra más la boca (confieso que a esas altura de la sesión ando muy cansado), mientras tanto ella conversa con su asistente, y le va dando órdenes, ella muy obediente no le contradice y hace caso: “por favor pásame el esmeril; ahora el alicate; please, me equivoqué, quería el martillo; ya vamos a terminar, ahora pásame la tuerca…”. Mientras tanto yo cierro mis ojos, esperando que todo salga bien.

No hay comentarios: