lunes, 8 de noviembre de 2010

¿QUIEN (ERES, SOY, SON, SOMOS)?

“Soy indio, pero también algo más;
soy español, pero también algo más.
esta doble vinculación no me ata dos
veces sino que me permite tomar distancia
y liberarme de todas las sangres.
simplemente soy libre: los materiales
que se me han dado son variados
y estoy agradecido por ello;
pero tengo que usarlos para inventarme
a mí mismo.”

Fernando De Trazegnies



Cuando nos preguntan “quién es fulano de tal”, basta responder con tres, cuatro, o cinco líneas. Cosa diferente ocurre cuando nos preguntamos: “¿Quién soy yo?”. Es esta una pregunta metafísica? No lo creo; es más bien una pregunta casi domestica que nos visita cada cierto tiempo (la visita no incluye respuesta).
Hoy me reuní con Mónica, una amiga interesada en el tema carcelario y el tema indígena, quien está trabajando un tema interesante: “los suicidios en las cárceles”. Con Mónica hablamos, entre otros temas, de la criminalización -ahora última- de las protestas de los mapuches en Chile, a quienes se les ha considerado absurdamente “terroristas”, es decir, se los ha puesto en la misma categoría de Bin Laden y Cía. Y a partir de este tema, el indígena, es que tocamos el tema indígena en el Perú, concretamente, mi relación con la cultura Aymara (confieso que este tema lo he experimentado más aquí en Chile que en Perú).
El idioma aymara ha estado presente en mí desde que era wawa, pero por diferentes motivos no lo aprendí (eso -a veces- me genera una autocrítica). Es el castellano con el cual siento y pienso. He bailado la música folklórica aymara: un huayno triste o una tarkada alegre (aunque fueron pocas); y también me he encontrado conmigo escuchando un jazz de Miles Davis en mis momentos de soledad. Admiro cómo el mundo andino siente la religión católica-cristiana, en donde no se reduce a sentarse y escuchar un sermón de dos horas, entre cuatro paredes; sino mas bien en recrearla, reinventarla, y luego expresarla en esa mezcla de fiesta y fe. He crecido con estas, y otras manifestaciones culturales, del mundo andino-occidental. En los ejemplos señalados no he hallado contradicción entre esos dos mundos sino combinación, como si fueran colores que se mezclan dando un nuevo tono.
Hoy el mundo aymara ya no es el mismo del que existía antes de la conquista española (y no lo digo con tristeza y pena). Es el resultado del encuentro de dos mundos (el andino y el hispano), que se manifiesta en la música, el arte, la religión, las costumbres, las tradiciones, etc. Por ello no puedo dejar de mencionar mi desacuerdo cuando se pretende separar a uno del otro, por ejemplo, dejar afuera lo español y quedarse sólo con lo andino, o viceversa (aunque con mayor frecuencia sucede lo primero). O querer hacer prevalecer una cultura sobre la otra, o hacerlas competir por sus aspectos negativos o positivos como si se tratara de una carrera de autos.
Volviendo a la pregunta inicial, ¿quién soy? Esta pregunta me obliga a responder por “una persona” cuando en mí habitan muchas personas. Lo que hago es lo que soy, lo que pienso es lo que soy, etc., siempre pisando un escenario distinto. En todo ello no hay una persona sino muchas personas. No un aymara, no un hispano, sino: un hispano-aymara. Ya no blanco y/o negro (tablero de ajedrez), si no mezcla de ambos (chocolate).

2 comentarios:

EL OTRO KELSEN dijo...

Ha sido pues muy difícil (y lo sigue siendo) entender y aceptar que somos peruanos y no otra cosa. A la gran conquista de lo que conocemos no muy claramente como Imperio Tahuantinsuyano siguió (aunque hubiésemos deseado otro destino) la creación de lo que hoy conocemos, también con ambigüedad, como Perú. Pero el semen peninsular, salado y espeso, al derramarse en suelo incásico parece que devino, en mezquindad de una extraña metamorfosis andina, en secreción purulenta, en pus, en resentimiento.

Alex Choquemamani dijo...

Comparto tu opinión Roger, hay cierta mezquindad, que, por fortuna, no son todos, hay gente que puso un alto al asunto. Uno de ellos es el maestro de Vargas Llosa, Raúl Porras Barrenchea, quien decía que no se puede pretender hacer un parentesis con la conquista. Incluso va más allá de eso, y dice que no se puede adoptar una posición como los iluministas europeos del siglo XIX, quienes pretendieron desconocer todo de la edad media, cuando había cosas rescatables.