domingo, 17 de mayo de 2015

Los sin voz


 
(Foto: https://caminatadelxssinvoz.wordpress.com/)

En Santiago aún se siente el calor del último verano. Todavía la gente usa chores y lentes de sol. Cerca de La Moneda, exactamente, entre la Alameda Bernando O’Higgins y Morandé, hay un grupo de turistas que, por la forma de hablar, parece una familia brasileña. Ellos detuvieron su marcha para tomar unas fotos, pero no a La Moneda sino a una protesta denominada “Caminata de los sin voz”, realizada el día 31 de marzo del presente año.
 
No es una protesta “multitudinaria”, a lo mucho hay veinte personas. No hay tambores, pero todos gritan con fuerza e indignación. Algunos de sus carteles dicen: “No estamos todos, faltan lxs presos y presas”; “No más torturas en las cárceles”; “81 razones para no olvidar”. Esta última frase está grabada en una gigantografía, acompañada de imágenes del incendio de la Cárcel de San Miguel, acaecida el 8 de diciembre del año 2000 (justo a dos días de celebrarse el Día internacional de la Declaración Universal de los Derechos Humanos). 

En esta manifestación también hay otro grupo de personas, casi la misma cantidad y con uniformes, Carabineros de Chile. Muchos de ellos observan el acto con indiferencia, quien sabe a la espera que “alguien mueva un lápiz” para poder actuar. Una carabinera en cambio prefiere mirar el acto desde un lugar privilegiado, frente a los manifestantes, con una cámara en la mano, por si algún detalle se le escapa.

La gran mayoría de los manifestantes son familiares de personas privadas de libertad que murieron calcinadas en aquel fatídico ocho de diciembre. Otros son parientes o amigos de personas privadas de libertad que actualmente están cumpliendo una pena en un recinto penitenciario de Santiago. Y unas cuantas son personas que se solidarizan con la problemática carcelaria que existe en Chile. Dicha problemática involucra como responsables a: Gendarmería, el Congreso, el Poder Judicial. 

(Foto: https://caminatadelxssinvoz.wordpress.com/)
En el caso del Poder Legislativo, porque aún no dicta una ley de ejecución de penas, acorde a los Tratados internacionales de derechos humanos (por ejemplo: las Reglas mínimas para el tratamiento de los reclusos de 1955, dictado por la ONU). En lo que respecta al Poder Judicial, actualmente, viene incumpliendo su obligación de control de la legalidad al interior de los recintos penitenciarios. Excusarse de ello en razón a la falta de una ley de ejecución de penas, resulta una explicación insuficiente. Pues la normativa vigente establece mecanismos de defensa para personas privadas de libertad, tales como los recursos de protección y de amparo. Sin embargo, investigaciones socio-jurídicas, como la efectuada por el jurista alemán J. Stippel (ver su libro, “Cárcel, Política y Derecho”), nos dicen que la actitud del aparato judicial es pasiva frente a la vulneración de los derechos no afectados por la condena de las personas privadas de libertad (derecho a la salud, derecho al trabajo, derecho a la sexualidad), porque la gran mayoría de los recursos de protección o amparo, interpuestos por personas privadas de libertad o sus familiares, vienen siendo rechazados sin fundamento jurídico alguno; lo cual en cierto grado legitima el proceder arbitrario de Gendarmería.  

Termina el acto de protesta pero antes, uno de los organizadores de la “Caminata de los sin voz” ha hecho entrega a la mesa de partes de La Moneda un memorial dirigido a la Presidente de la República en donde solicita la pronta solución del problema carcelario del país. Entre otros problemas podemos mencionar: actos de tortura al interior de los recintos penitenciarios, traslados injustificados de personas privadas de libertad a lugares distantes de sus familiares, restricciones al ejercicio de la sexualidad, especialmente, a mujeres privadas de libertad; excesivas horas de encierro y pocas horas de patio, muertes en los recintos penitenciarios, obstáculos legales para “eliminar antecedentes penales”, etcétera.

Esta “Caminata de los sin voz” reclama también mayor conciencia ciudadana a la sociedad, porque es allí a donde retornaran los privados de libertad una vez cumplida su pena.     

sábado, 7 de febrero de 2015

Nueva York a través de Taxi Driver


La película Taxi Driver (1976) del director Martin Scorsese podría ser la representación de una ciudad agitada, caótica, que se mantiene –contradictoriamente– gracias a ese caos inherente a ella.

Pero la película va más allá de una simple confirmación de los hechos. Pues trata de captar un Nueva York desde la perspectiva de un taxista. Gracias a ésta persona, un taxista de nombre Travis (Robert De Niro), podemos acercarnos a un Nueva York nocturno, sonámbulo, alegre y peligroso. Creo que no hubiera podido ser de otro modo, pues que otro mejor testimonio que la de un taxista, exento de obligaciones estatales, desprevenido de algunos prejuicios, que interactúa con todo tipo de personas (malhechores, políticos, asesinos, prostitutas, etcétera).

La historia de la película nos habla de un excombatiente que luchó en Vietnam, y que sufre de insomnio y esto prácticamente lo obliga a trabajar de taxista. Cada noche, Travis, mientras maneja, desea que venga un río para que se lleve toda la delincuencia, la prostitución, la drogadicción, que hay en la ciudad. Pero curiosamente el taxista también forma parte de este panorama, porque es él quien traslada de un lugar a otro al asesino, al político, a la prostituta.

La película hace un primer viraje de este panorama sombrío hacía otro más optimista y agradable. Y es cuando entra en escena Betsy (Cybill Shepherd), una bella mujer, que trabaja en una campaña presidencial. En esta parte se tejen algunos momentos íntimos, y también bruscos. Pues Travis expresa su simpatía y gusto a la belleza de Betsy. Ella, un poco sorprendida, pero también alagada, acepta salir con Travis. En una de las salidas, Betsy, desistirá salir más con Travis, dado sus gustos –poco comunes– para ver películas.

Otro viraje que hace el taxista es cuando conoce a Iris (Judie Foster), una adolescente que trabaja como prostituta en la gran manzana, cuyo cafiche (proxeneta) la tiene enamorada, (romance traducido en drogas). Aquí podríamos decir que la película toma un ritmo diferente, porque Travis cambia aquella actitud observadora que tenía antes por la de un justiciero dispuesto a hacer cualquier cosa.


En esta película también hay escenas que transcurren de día, a plena luz del sol. Es ahí es donde vemos un Nueva York ordenado casi pacífico que nos indica cierta normalidad cotidiana. En estas escenas podemos ver un contraste entre un Nueva York nocturno y un Nueva York de día. El primero es violento y caótico; el segundo, bullicioso y vulnerable a la más mínima amenaza. En el primero, las vidas anónimas cobran sentido; en el segundo, cualquiera es sospechoso de algo.

La última parte de la película es violenta, pero hay algo que no se puede escapar fácilmente de los ojos del espectador. Y me estoy refiriendo a la irrupción de Travis armado en aquel lugar en donde se efectuaba la prostitución –en rigor no es un motel pero cumple esa función– constituye una interrupción a aquel caos nocturno en donde además de prostitución hay más cosas (asesinatos, asaltos, etc.). Podría decirse que Travis rompe aquella “normalidad” de la noche, con el propósito de, ¿rescatar a Iris de las manos de un pedófilo?, ¿hacer justicia con sus propias manos, ya que nunca llegó aquel río para limpiarlo todo?, ¿una revancha en vista que no pudo matar al senador candidato a la presidencia, porque Travis fue descubierto por los guardias?

Creo que cada espectador podrá responder de la mejor manera esas preguntas. Sin embargo, algo que no se puede soslayar es que fue Travis quien llegó primero al lugar de los hechos. Además, fue él quien actuó primero, y no tanto la policía ni los políticos. Y menos los medios de comunicación. Estos llegaron –como siempre– último, a certificar lo ocurrido y a levantar el acta del crimen. Es más, no sólo llegaron tarde, cumplieron la labor patética de calificar a Travis como un “héroe” (¿lo habrían calificado como tal en otra circunstancia?).

Los vecinos están alrededor de la escena del crimen. Ellos expresan mucha curiosidad, vaya a saber uno si por lo ocurrido o por saber a quién le toco morir esta vez en aquella noche neoyorquina.