jueves, 5 de agosto de 2010

Mi cumpleaños con Santiago

Hoy, cinco de agosto, celebro mi primer año en este país que comienzo a tenerlo cariño: Chile. Las sorpresas que uno encuentra al dejar su antigua morada son muchas, difíciles de enumerar a todas. Pero podemos destacar algunas, las que, claro está, no las sentiamos antes de partir.

No es novedad para los que me conocen que, cada vez que hablábamos de la política peruana mi posición era crítica y -quizás- pesimista, llegando incluso a equivocarme en confundir que todo ese escenario opaco es el Perú. Ahora, lejos del país, me doy cuenta que el panorama negro de la política peruana no es el Perú, sino -y lamentablemente- uno de los tantos aspectos que conforma el país. Un país es mucho más que eso, es entre otras cosas esa mezcla de sentimientos que nos une con las personas que queremos y estimamos (la familia, los amigos, etc.), los lugares con los que nos identificamos (en mi caso, Tacna y Arequipa). También significa aquellos sueños, anhelos, metas, etc., que cada uno tiene para sí y para con los demás y para con el Perú.

Por otro lado, vivir en otro país permite a uno explorarse a sí mismo y también a los demás. La primero que uno hace es realizar contrastes con la antigua morada, y quizás ahí viene la nostalgia y la melancolía por lo que uno ha dejado. Pero éso es solo una primera impresión, ya que después vienen otras, y ahí uno va asimilando, no amoldando, cosa diferente, sino va aceptando los nuevos códigos de vida del país en que uno vive. Y es ahí también en donde uno se olvida de las banderas, de las fronteras, y lo que importa son  los sentimientos encontrados, las coincidencias con los demás (se me viene a la mente la breve fiesta del mundial).

Antes de despedirme quisiera agradecer a  todos mis amigos y amigas que estuvieron por Santiago. También quiero agradecer a todos mis amigos y amigas chilenos/as que sin su compañia, ayuda, y su amistad, yo no hubiera podido alcanzar un año en este país.

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