El lunes 25 de agosto, a pocos días del 79º aniversario de Tacna, la muerte rondo por los desfiles civico-militares. La víctima fue Max Condori de 16 años de edad, quien sufrió un desmayo en pleno desfile. Cayó aparatosamente al pavimento, y se lesiono la cabeza, la que luego le provocaría un derrame cerebral causándole finalmente la muerte (el calor asfixiante de la mañana, el paso marcial, y el estado de salud del joven son algunos de los factores a tener en cuenta). La muerte de Max Condori, nos lleva -de manera inevitable- a re-pensar la vigencia de los desfiles cívico-militares, tanto en Tacna, como en el resto del país. Es de conocimiento por todas aquellas personas que hemos pasado por una institución como la escuela que, una persona desfila más por obligación o por ganar algunos puntos extras, que por un sentimiento real y auténticamente cívico (algo similar sucede con el enbanderamiento de las casas por fiestas patrias).
Los desfiles cívico-militares es una forma arcaica de manifestar el amor a la patria, pero no es la única. Hay muchas otras posibilidades: corsos alegóricos, pasacalles, bailes, exposición de arte local, festival de música, etc. Los desfiles son prácticas autoritarias propias de los militares. Hay poco de patriotismo en ello; inclusive las canciones de las bandas son siempre las mismas, y también, la represión es siempre la misma en los colegios: profesores que prefieren perder horas de clases para practicar las marchas; quitar puntos a aquel escolar que no quiere desfilar, etcétera. Todo esto revelaría la falta de creatividad de las autoridades (políticas, educativas) de re-crear las formas de celebrar, un día tan especial, como es el aniversario de Tacna.
Es muy escasa la presencia de los corsos alegóricos y pasacalles, frente a los desfiles cívico-militares, más aún en Tacna, la ciudad heroica.
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