MIÉRCOLES DE MIERDA… (17 DE SET.)Recuerdo que una vez emprendí un viaje, junto a otros dos amigos (Hemmber y Pedro), que duro tres días. Nuestro destino era la ciudad de Mar del Plata, Argentina (2004). Habíamos sido invitados por un querido amigo, Cristian Peláez, a participar a una Jornada Foucaultiana. Antes del viaje acordamos viajar como “mochileros”, dijimos que ahorraríamos al mínimo, nada de gastos banales. Pero al final, viajamos como buenos burgueses.
Pero, esta vez, yo tenía que emprender un viaje a Arequipa (AQP), el motivo, un congreso de derecho constitucional. Y en esta oportunidad, si o sí, tenía que ahorrar; y aquí comienza la odisea.
Viaje en un buss de 15 soles. Partimos a las 1:00 p.m. y llegamos a las 10:00 p.m. El buss estaba repleto de merca, y parte de esa merca era de contrabando; a pocos metros de llegar al Terminal terrestre de Arequipa, un par de delincuentes vestidos de policías desviaron el buss a su guarida. No me refiero a delincuentes comunes, sino más bien, me refiero a aquellos delincuentes que asaltan a ciudadanos desde el Estado.
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En el buss me encontré con dos amigos abogados. Charlamos casi todo el viaje. Uno de ellos más que abogado parecía un ideólogo indigenista, al estilo Evo Morales. El otro amigo, sí era abogado, sólo hablaba de leyes. Jhonny Pacheco, no sabía que era.
Ellos me contaban, una vez más, que aquel abogado que no miente, que no es un “pendeivis”, no pasa nada. Yo no podía dar fe de ello, últimamente he estado más involucrado en el mundo académico que en el procesal o litigioso. Pero no puedo negar que lo dicho por mis colegas, lamentablemente, es una triste realidad (abongansters).
La presencia de tres abogansters en el buss sirvió de mucho. Pudimos en cierta medida poner un alto a los policías que intervinieron el buss en que viajábamos. Y es ahí en dónde sacamos nuestra artillería pesada: ¿dónde esta la presencia del fiscal? ¿tienen alguna orden judicial para llevarnos a una deposito?; identifíquense ahora! Los dejamos desnudos, como quién dice en “one”.
Al llegar a la guarida de los policías, ellos de manera disimulada, nos pusieron un patrullero a nuestra disposición para que nos llevara al Terminal Terrestre de Arequipa. Pero su intensión era –aparentemente- buena; sin embargo, lo que en realidad querían era deshacerse de nosotros. Ahí me di cuenta el peligro que significábamos para ellos. Uno de mis amigos me dijo: “nos hubiéramos quedado, cuantos casos nos hubiera caído” (!).
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Mi plan era llegar a AQP a las 7:00 p.m. porque a esa hora, o a más tardar a las 9:00 p.m. tenía que recoger las llaves de la casa en donde me iba a alojar. Cuando pasé a recoger las llaves, la persona indicada ya se había retirado. Me quede sin alojamiento esa noche. La solución un Telo-matadero de 10 soles.
JUEVES SIN JUERGA (18 de Set.)Apenas desperté me fugué del hotel, los ruidos de mis vecinos no me dejaron dormir. Fui a la inauguración del congreso. Allí no encontré nada bueno, o mejor dicho, encontré lo mismo: los rituales de la ceremonia. Hablaba el rector, el decano, el presidente organizador, el invitado de honor, el regidor, el auspiciador, etcétera. Una vez más me di cuenta que los abogados adoramos la formalidad, y descuidamos el fondo de las cosas.
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Después de almorzar, pasé a recoger las llaves de la casa en dónde me iba a alojar. Descansé cerca de dos horas. Por la tarde, hablé con los organizadores del congreso para coordinar mi ponencia que iba a exponer, al igual que otras personas que presentaron sus trabajos. Entonces me dieron el “programa oficial de ponencia”. Y me di con la sorpresa que mi ponencia no estaba en el programa.
¿Ponencia descalificada, por el jurado? ¿Tema poco relevante? O simplemente no les gustó mi tema. No hallaba otra explicación. Había sido lo más minucioso con las “formalidades” (plazo de entrega, envió en físico y por e-mail, cantidad de hojas, bibliografía, ficha de datos, etc.).
Me dije a mi mismo: a estas alturas del partido no se pueda hacer nada. Caballeros, no más. Por la noche, las dudas del por qué descalificaron mi ponencia, me dejaba inquieto. Ya sé, hay que ser un buen perdedor.
VIERNES DE GLORIA (19 de Set.)Había tomado la decisión de prepararme más (dicho sea de paso mi ponencia es mi tema tesis), pero ahora para el Congreso de Derecho Penal de Lima (23-26 set.). Francamente, el congreso de AQP me había llegado.
Entonces comencé a re-leer y corregir mi trabajo desde muy temprano. Hasta que recibí una llamada a eso de las 9:00 p.m.
- Aló?
- Con el Sr. Choquemamani?
- Así es.
- Le habla la comisión organizadora del congreso, y le comunicamos que hubo un “error involuntario”, su ponencia si fue seleccionada.
- #$$#%&%$/()))(/&$#””
- Tururú…
Quedé perplejo con la llamada de los organizadores. Parecía un sueño. Yo ya le había echado “tierrita” al asunto de la ponencia. Pensé serenamente, y tome la decisión de ir a exponen. Al fin y al cabo lo que me sucedió sólo puede pasar en el Perú, en donde la magia y la realidad se confunden.
Lo tomé como una oportunidad, en que podía sacar provecho. Pero había un pequeño detalle, yo estaba en ese momento en las faldas del Volcan Misti (ahí estaba la casa donde estaba), y tenía que estar en menos de 30 minutos en la universidad Católica de San María, que quedaba en UMACCOLLO. Cogí un libro (Vigilar y Castigar), y fugué en el primer taxi que encontré.
Al llegar a la universidad me registre. Luego uno de los organizadores me pregunto por el terno (antes de viajar a Arequipa, decidí no más huachafería de saco y corbata para exponer; aparte de que me aliviaba el equipaje). Entonces le respondí, a ése señor, con tono sereno y pausado lo siguiente: “voy a exponer como me siente cómodo, y la ropa sport me hace sentir así”. Y para rematarlo, ya que parecía que no me entendió, le dije: “la vestimenta de la persona es un derecho, y no pueden poner restricciones para exponer”. No me dijo nada, tardo unos segundos en reaccionar, y en un tono de lamento me dijo: “OK”.
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Era las 2:42 p.m. y era mi turno para exponer. Yo veía a un público preocupado en almorzar; yo estaba preocupado en lo que iba a decir en los 10 minutos que me daban para exponer. No sabía si hablar sobre el tema de mi ponencia o sobre la restricción del derecho a la vestimenta en este congreso.
Solté mi rollo. Lo hice en sólo 9 minutos. El público se quedo sorprendido; el jurado estaba con los pelos de punta, sus miradas me decían que me equivoque de Congreso.