

Acabo de visitar el Museo de la Memoria de Chile, el impacto que me ha causado es profundo. Me hace recordar mucho a la historia del Perú (llena de acontecimientos duros, y en algunos casos atroces y avergonzantes, como la dictadura de Alberto Fujimori).
El 11 de Septiembre 1973 es una fecha que marcó para siempre la historia republicana de Chile y, sobre todo, para los cientos de chilenos y chilenas que fueron objeto de persecusión política. Aquella fecha, Augusto Pinochet tomó “la decisión patriotica” de dar un golpe de Estado al gobierno de Salvador Allende, un presidente elegido democrácticamente por el pueblo chileno, pero sacado por la fuerza del dictador.
He conversado con varios amigos, y algunos de ellos me dicen que antes del golpe Chile era un país ingobernable que estaba al borde de la anarquía (por ejemplo, había una escases casi total de alimentos de primera necesidad), y que por eso intervinó Pinochet. Pero, ¿ello justifica sacar las tanquetas y los aviones a la ciudad y soltar bombas desde el cielo, clausurar el Poder Legislativo, cerrar el Poder Judicial, suspender las garantías constitucionales, silenciar las protestas, censurar los medios de comunicación, deportar a los nacionales, etc.? Definitivamente que NO.
Otro sector, que no es menor, señala que la intervención militar tiene como factor principal el contexto internacional de la época (la guerra fría) y la participación de EE.UU., quien pretendía a toda costa “desaparecer el fantasma del comunismo” en latinoamerica.
Sea cual sea el motivo del golpe, nada lo justifica. En absoluto. Golpe es Golpe. Más que la fuerza, en estos casos, debe de prevalecer la razón. Y ése es quizás el mensaje del Museo de la Memoria recién inagurado (12/01/10).
El museo recoge una variedad de instrumentos para llegar a la persona que la visita. Desde fotos, videos, audios, documentos, hasta instrumentos de tortura (un catre con equipos de electricidad). Es verdadermante impactante ver, escuchar, sentir, tocar, todo ello.
Durante el recorrido me pregunto a mí mismo: ¿qué hubiera pasado si ése desaparecido, asesinado, expulsado, fuera yo o un integrante de mi familia? El solo imaginar me deja sin palabras. Sin embargo, siento, aunque sea mínima, la sensación de peligro por la vida que seguramente han sentido las personas afectadas por la dictadura militar de Augusto Pinochet (1973-1990). Otra pregunta (que hasta ahora nadie responde): ¿dónde están los cuerpos de los desaparecidos, asesinados, que aún no hay noticias? ¿Dónde? Responder ésa y otras preguntas es, por un lado, un acto de justicia y, por otro lado, una lucha por la que todos debemos estar comprometidos.
Y para terminar, creo que es una necesidad vital visitar el Museo de la Memoria. No importa si uno es nacional o extranjero, la violencia no tiene fronteras, y por ello todos debemos de estar concientizados de que este tipo de hechos no se vuelvan a repetir en ninguna parte del mundo.