
Converso con Zulema, ella me cuenta que hay dos chicas nuevas en el penal. Una de ellas es de nacionalidad chilena y se llama Valeria Castillo. Ella tiene 36 años y entró a prisión el 24 de octubre de este año. Zulema comienza a hablarme más de ella; y yo le sugiero que mejor la invite a nuestro grupo para conversar.
Mientras Valeria se acerca a nosotros sus demás compañeras la miran como si fuera un bicho raro. Hasta ahí todo mas o menos, (aunque igual me quedan las dudas del por qué tal actitud de sus compañeras). Luego, ella comienza a contarme su caso, o mejor dicho su drama. La escucho detenidamente. Algunas miradas se despegan de nosotros –al parecer, somos el blanco de la tarde-, pero esta vez, se suman las miradas de las INPES (personal de seguridad femenino) que a cierta distancia nos vigilan. Eso sí me preocupa.
Valeria fue intervenida en la frontera con Chile junto a otras dos mujeres. Una de ellas era su amiga de hace dos años, a quien Valeria le hacia el servicio de transporte de pasajeros Arica-Tacna-Arica. Valeria nunca iba a dudar que esa amiga, aquel 09 de octubre, llevaba Cocaína oculta en sus partes íntimas. Menos iba a dudar que ella tenía doble identidad y antecedentes por TID (Tráfico Ilícito de Drogas). Pero, pasó. Sucedió. Y Valeria no lo puede creer hasta el día de hoy. Y menos puede creer que está en prisión.
Para Valeria –al igual que muchas otras personas- estar en prisión es como si le hubieran quitado sus alas para volar. Aquellas alas que las conocemos con el nombre de “Libertad”. Extraña a sus hijos, a su familia, a sus amigos; tanto así que ha bajado de peso (12 kilos). Me dice que se encuentra en “Huelga de Hambre”. Su desesperación por salir pronto de la cárcel le ha llevado a dos intentos de suicidio. Pero, sus compañeras lo impidieron.
Ella me cuenta algunos detalles desde el día en que la intervinieron: la coima exigida por la policía para arreglar su caso ($ 2 000 dólares); las pésimas condiciones de detención en la carceleta de la DIVANDRO (policía antinarcóticos); el Abogado que le prometió sacarla rápido y que ahora desapareció; y un largo etcétera.
El consulado de Chile en Tacna hizo poco o casi nada por ella. Al parecer vio su caso como si fuera uno más del montón. Es decir prefirió no meterse con la justicia peruana; no le presto auxilio judicial. Sólo se limito a llevarle una bolsa con útiles de aseo.
Termina la hora de visita. Valeria me pregunta cuando volveré al penal a visitarla, le respondo: a fin de mes, no le digo una fecha exacta; prefiero no prometerle nada, ya que ello sería generarle falsas esperanzas y tendría un motivo más para odiar este mundo.