domingo, 26 de diciembre de 2010

NAVIDAD EN FAMILIA

Desde que llegué a Tacna he tenido muchas ganas de ver a toda mi familia (ganas acumuladas desde Santiago). Sí, a toda. He comenzado por mi padre y hermanos. Luego, Tíos. Hoy primos. Confieso que la distancia ha hecho que los extrañe y heche de menos.
La próxima semana continuo con los amigos y amigas. Si alguién cambio de número de teléfono, por favor avísenme, ya que me daría mucha pena tomarme solo la botella de vino que traje.

domingo, 12 de diciembre de 2010

800º

Esta semana una tragedía ha enlutado a más de 81 familias chilenas, y me estoy refiriendo al incendio de la Cárcel de San Miguel (Santiago), en donde murieron quemados, sobre 800º c., 81 personas privadas de libertad. El tema ha estado presente en todos los medios de comunicación y en la agenda del gobierno de Sebastian Piñera. Como algunos ya lo sospecharan, hay un lugar común sobre este tema. Por ejemplo: "la crisis del sistema penitenciario". (Foucault diría que la cárcel no fracasa, si no que triunfa porque eso es lo que se le pide).

Si hay un lugar en el derecho -o los derechos humanos- en donde se pueda ver la fragilidad del hombre y sus instituciones, es en la cárcel. Es una de las mayores contradicciones, y a la vez una de las zonas en donde la violencia, ya sea desde la sociedad hacia la cárcel o viceversa, se expresa con cinismo o hipocrecia.

Eugenio Raúl Zaffaroni, jurista argentino, ha dicho con acierto, sobre la cárcel, lo siguiente: "no se puede enseñar a una persona a jugar fútbol en un ascensor".

domingo, 5 de diciembre de 2010

SER MORADA

Estaba desnuda en su habitación y añoraba las caricias de su pareja, quien recién se había ido.
Era rubia y alta, con unos ojos azules muy profundos. Se levantó, saliendo de las sábanas con olor a sexo riguroso. Estaba contenta. Fue al baño, dándose allí cuenta que uno de sus grandes y redondos pechos estaba morado. Recordó inmediatamente la pasión de Lito.
En la calle, a dos cuadras, Lito caminaba bajo la luz de los faroles, al retorno, factor que Hina desconocía.
Al día siguiente llegó nuevamente el jovencito, se sacó el uniforme azul, colgó la gorra de tres estrellas doradas y encendió un cigarrillo. Mientras tanto Hina, tan solo vestida con una bata de seda negra, se servía un whisky Famouse Grouse acompañado de unos finos canapés.
En su habitación estaba feliz siendo nuevamente morada.

Luis Alberto Franke, "Ser Morada", Ediciones Alto Voltaje, Chile, 2003, pág.13